Un año más celebramos la festividad de San Juan de Dios, patrón del cuerpo de bomberos.
Las fiestas de profesiones y gremios adquieren más valor cuando se trata de trabajos inequívocamente vocacionales, como ocurre con los miembros del servicio de Prevención, Extinción de incendios y Salvamento. Una profesión que se fragua en los ambientes familiares, cuando los niños convierten la bomba de incendios en su juguete favorito. La imaginación les transforma en adultos y realizan por el suelo de su casa lo que unos años más tarde ejecutarán por toda la ciudad: rescatar de la amenaza de las llamas a los gijoneses. Salvar vidas y evitar la destrucción de bienes.
Los Bomberos comprenden a la perfección los que es una llamada urgente en mitad de la noche, teniendo que prepararse física y mentalmente, en unos minutos, para intervenir. Actuaciones decisivas porque la vida y la muerte dependen del acierto o el error de cada uno.
También entiendo la enorme de satisfacción que produce el trabajo bien hecho. El estímulo que supone recibir la gratitud de la gente auxiliada. El orgullo de sentirse en la vanguardia de un servicio de seguridad esencial para los gijoneses. Soy consciente de que salvar vidas es una labor que colma plenamente la existencia de cualquier persona.
A todo lo anterior, los bomberos añaden algo distinto: el riesgo al que se exponen. No es una consideración teórica, sino algo real cada vez que se disponen a apagar un incendio. El bombero trabaja en medio de una escena dramática, que su pericia, profesionalidad y valentía impide que desemboque en tragedia.
La valoración de la actividad desplegada por el Servicio de Extinción de Incendios de Gijón es muy alta. La gente los valora y los respalda. Voy a contarles una anécdota, rigurosamente real, que me sucedió uno de los primeros días del pasado mes de junio.
Encontré a un conocido mío en la calle. Unos días antes, el edificio en el que vive se había visto envuelto en llamas a las cuatro de la mañana, mientras todos los vecinos dormían en sus viviendas. Le pregunté si había pasado miedo.
Me dijo que él se limitó a llamar al 112, y que no llegó a sentir angustia, pese a quedar atrapado sin poder bajar a la calle, porque tenía una plena confianza en la capacidad de los bomberos para hacer frente a las emergencias, como así ocurrió finalmente. Da gusto ver cómo espontáneamente la gente habla bien de un servicio público tan importante para cientos de miles de personas.
Esta situación se repite muchas veces cada año. El Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento no necesita publicidad para potenciar su imagen, ya que su actividad diaria es la mejor campaña imaginable. 128 años de trayectoria ininterrumpida avalan suficientemente su buen hacer.
Hace más de un año enviamos un informe razonado al Gobierno pidiendo autorización para aumentar el personal del Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento. Desde el año 2010 hasta el 2014 no se nos permitió aprobar una oferta pública de empleo, y las jubilaciones quedaron sin reponer. No podemos ni debemos esperar. La plantilla del parque de bomberos en Gijón es de 99 miembros, mientras que en ciudades semejantes, como Vigo, La Coruña o Vitoria, cuentan con dotaciones que oscilan entre los 130 y 156 efectivos.
No estamos hablando de mejoras, sino de necesidades insoslayables. Hablamos de carencias que tenemos por decisiones tomadas por el Gobierno central, como la no reposición de las jubilaciones, y de soluciones que quiere implementar el Ayuntamiento de Gijón con recursos propios. Sentimos una gran impotencia ante una situación anómala que han creado los mismos que no dejan resolverla.
La novedad positiva para el Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento es el apoyo de la Corporación municipal para la adquisición de un material que va mejorar la seguridad y la eficacia de las intervenciones. Los técnicos en extinción de incendios van a poder contar con un sistema de comunicación craneal que permite transmitir y recibir información en modo de “manos libres”, mejorando la audición y la comunicación de mensajes, porque tanto el micrófono como el altavoz van integrados en el casco del bombero.
El parque de bomberos va a contar con un nuevo sistema de recepción de llamadas y partes, que solventará los fallos percibidos con el actual sistema que cada vez eran más frecuentes. También se van a poder utilizar equipos de respiración autónoma que suministran aire respirable cuando la intervención se lleva a cabo en una atmósfera nociva o irrespirable. Hay más novedades, como el centro de recarga de botellas, pero me he limitado a hacer una relación sucinta de las mejoras cualitativas que se introducen para aumentar la eficacia en las intervenciones de los técnicos en extinción de incendios. Más eficacia y, sobre todo, más seguridad.
Vamos a seguir apostando porque estos servicios estén bien dotados, tanto en personal como en material. Gijón tiene unos riesgos elevados por su condición de urbe industrial, con frecuentes transportes de sustancias peligrosas. No vamos a bajar la guardia, destinaremos todos los recursos necesarios para aumentar el margen de seguridad de los gijoneses.