Ser alcaldesa de Gijón comporta alguna prerrogativa indeclinable, como ésta de convertirme por unos minutos en la voz y en el corazón de miles de gijoneses, unidos por los sentimientos de admiración y de gratitud que despierta entre nosotros el recuerdo de la figura de José Antonio Roncero Zabala, fallecido el 12 de diciembre de 2016 en nuestra Villa.
En atención a sus méritos indiscutibles, el pasado 28 de noviembre la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Gijón acordó ponerle el nombre de «Jardines de José Antonio Roncero» a esta zona verde situada entre las calles Carretera de la Costa y General Suárez Valdés. Un espacio que a partir de hoy llevará el nombre de un gran hombre del deporte, cuya intensa vida la dedicó a la formación como pieza angular del deporte base, y al desarrollo del balonmano en Gijón y en España.
Este asturiano, gijonés por más señas, al que nacieron en Madrid -que diría Clarín- figura por méritos propios en el cuadro de honor del deporte español, como así lo acreditan su rango de seleccionador nacional absoluto de balonmano masculino y femenino y su título de miembro de la Real Orden del Mérito Deportivo de España. Pero, ante todo y sobre todo, fue una persona excepcional que encarnó los grandes valores que el deporte proporciona a nuestra sociedad.
La primera gran virtud, y la más singular, fue su invulnerable y eterno amor a Gijón, la villa de sus amores. José Antonio Roncero tuvo varias y grandes oportunidades profesionales de irse a Madrid o a Barcelona, que desdeñó porque siempre antepuso su deseo de preservar las raíces familiares y deportivas en Asturias; su preferencia por la educación de niños que desempeñó durante más de cuarenta años, aquí al lado, en el Colegio del Corazón de María; y su vocación de forjador de jóvenes deportistas en todos los niveles de competición, desde los juegos escolares hasta los juegos olímpicos, que ejerció a lo largo de toda su vida desde su base en el Real Grupo de Cultura Covadonga, en aquella vieja y modesta sede de la calle del Molino y en la formidable sede actual a orillas del río Piles.
La segunda gran virtud de José Antonio Roncero fue su tenaz esfuerzo por contribuir a elevar el nivel deportivo de Asturias y de España, basado en su fe en la necesidad de crear y perfeccionar organizaciones motoras, capaces de impulsar el conjunto de las actividades y de las especialidades deportivas. Su capacidad organizativa y su liderazgo dejaron una huella imborrable, tanto en el Codema como en el Grupo. Su herencia gigantesca la fue repartiendo cada año entre los miles de jóvenes gijoneses a los que él iba conquistando con su carisma personal, hasta conseguir que se implicaran, lo mismo en el deporte base que en el deporte de élite, desde el colegio hasta las olimpiadas. Con su incansable trabajo, José Antonio Roncero creó un estilo propio de formación a todos los niveles de generaciones de deportistas, con un trabajo tenaz que contribuyó a elevar el nivel deportivo de Gijón, de Asturias y de España hasta el primer escalafón internacional en cualquier ranking que queramos utilizar para comparar y medir sus resultados.
Creo sinceramente que Gijón y el Deporte español le deben mucho a José Antonio Roncero y que, por encima de estos Jardines que desde hoy llevarán su nombre, sobrevolarán permanentemente sus enseñanzas, sus consejos, su capacidad de transmitir los valores deportivos a niños y jóvenes, su apuesta por la potencia de las organizaciones y los equipos frente a la individualidad, y los valores que aportó a su familia, a sus alumnos y discípulos, a sus amigos, y a todos los gijoneses que le admiramos, y que deseamos perpetuar su recuerdo y su obra.
Se nos fue «el padre del balonmano», pero sin duda ha dejado a muchos «hijos del balonmano» y nos ha hecho mejores deportistas a todos.