Como alcaldesa de Gijón, me resulta imposible comenzar de otra manera que no sea destacando la extraordinaria relevancia que este día tiene para Gijón y la emoción con la que asistimos a una firma que no se entiende como el logro de un gobierno o de una corporación, sino como el triunfo de una ciudad al completo.
El triunfo de una ciudad que ha sido siempre sinónimo de desarrollo, integración y vanguardia y que escribe hoy, con ambición y firmeza, una nueva página en su historia.
Gijón recordará este 12 de diciembre como un día en el que la ciudad recuperó, por fin, un espacio litoral clave para completar el puzzle de un ámbito que ha definido nuestra historia y ya dibuja nuestro futuro.
Como todas las ciudades, Gijón ha vivido momentos buenos y momentos que no lo han sido tanto. La historia es a veces un camino irregular e imprevisible, un trazado del que nuestra ciudad siempre ha sabido extraer una lectura positiva, una ventaja. En un mundo a veces desigual, Gijón siempre ha conformado un ejemplo de resiliencia que es, al mismo tiempo, una forma eminentemente gijonesa de estar en el mundo.
Al mismo tiempo, si esta operación que hoy rubricamos ha podido concretarse en escasos diez meses ha sido, en buena parte, gracias al trabajo conjunto y la colaboración leal entre instituciones. Tampoco es este un aspecto menor. A lo largo de los últimos meses, todas las administraciones e instituciones aquí representadas han contribuido de una forma precisa y rigurosa para sacar adelante este proyecto, remando juntas en la misma dirección. Solo ha habido una gran beneficiada: la ciudadanía. Sirva esto como mi más absoluto agradecimiento a todas las personas e instituciones implicadas.
En un contexto como el actual, plagado de incertidumbres y discursos enfrentados, la colaboración y el trabajo colectivo se presenta como la única fórmula de progreso.
El círculo que hoy cerramos con esta firma tiene también un poco de eso, de primar lo colectivo sobre otras cuestiones.
Con la adquisición de estos terrenos, Gijón da el paso definitivo para devolver a El Natahoyo el altísimo precio que, durante años, ha pagado el barrio por ser durante el siglo XX el motor económico e industrial. No va a dejar de serlo ahora en el XXI, pero hoy sabemos que esa fuerza tractora se puede mantener mirando de la ciudad al mar y del mar a la ciudad. Nuestra responsabilidad, ahora, es lograr convertir en hechos esa ambición.
Gijón recordará este 12 de diciembre como un día en el que El Natahoyo volvió a mirar al mar.