Cuando una empresa cumple treinta años hay razones sobradas para festejarlo. La vida de las empresas no es como la de las personas. Los inicios son mucho más duros, ya que no existe la figura de la familia protectora. El 20% de ellas no llega a cumplir los dos años de vida. Esa mortandad precoz está muy relacionada con el tamaño de las empresas.
En España el 83% de las empresas tiene dos empleados o menos. Con una dimensión así, es difícil tener una productividad alta, contar con tecnología avanzada o acceder al mercado exterior.
La limitación del tamaño no es una decisión libre de los empresarios sino el resultado de un conjunto de circunstancias entre las que están los elevados costes, mucho mayores en la industria que en el resto de sectores.
Sólo un 30% de las empresas que se crearon hace veinte años mantienen su actividad. Un tercio de las que cerraron dejaron de existir silenciosamente, sin clausura oficial, simplemente cabe constatar que no tienen actividad comercial. Las empresas que mueren no tienen derecho a duelo. Nadie se solidariza con el empresario que deja la actividad tras haber empeñado su patrimonio. Esa es la cruda realidad.
TSK cumple 30 años, con 900 empleos y más de 800 millones de euros de facturación anual. La empresa surgió en los años ochenta, en una época en que Asturias crecía a una media del 0,3% del PIB. No eran tiempos fáciles ni para Asturias ni para las empresas.
TSK se abrió paso en el mercado con una oferta amplia que comprende la consultoría y el diseño industrial, para llegar a la construcción de plantas industriales y su entrega llave en mano. Se adentró en distintos sectores. Siderurgia, infraestructuras eléctricas, cementeras, minería, las plantas de tratamiento de aguas, centrales de ciclo combinado, y las energías renovables, desde los campos eólicos hasta las plantas fotovoltaicas y termosolares.
Una propuesta tan compleja requiere el concurso de una mano de obra muy cualificada. Un 75% de los puestos de trabajo de TSK están ocupados por ingenieros, otro 18% se dedica a tareas de montaje y mantenimiento, el 4% a tareas corporativas y el 3% a la fabricación de cuadros eléctricos.
TSK opera en 35 países distribuidos por cuatro continentes.
Para que una empresa pase de facturar cinco millones de euros a ochocientos millones, para ponerse a la cabeza del mundo en su campo, es preciso que se den un cúmulo de circunstancias, que van desde la calidad de la mano de obra, la visión del mercado, la apuesta por la formación y la capacidad para trabajar con distintas culturas o el convencimiento de que hay que la operar en un contexto global.
No es fácil aunar todas las características que se necesitan para convertir una empresa en líder de un sector puntero, como el de los bienes de equipo. TSK lo ha logrado a través de un modelo que ha perdido vigencia en nuestro mundo, donde la especulación financiera camina por delante de la industria productiva; un modelo que allá donde se desarrolló dio abundancia de frutos. Es el modelo del capitán de empresa.
TSK es una empresa ganadora, tiene un futuro espléndido, porque al frente de la misma estaba y está el hombre adecuado, Sabino García Vallina.
Puso en TSK todo el conocimiento que había alcanzado como ingeniero al participar en proyectos importantes como el de Máquinas del Parque de Carbones de Aboño, el Sinter nº1 de Uninsa, los hornos de recocido de Ensidesa y de Altos Hornos del Mediterráneo, y de haber participado en la reconstrucción de los Hornos Altos, nº 1,2 y 3 de Ensidesa, así como en empresas de ingeniería, como Erpo.
Don Sabino supo diversificar, cuando tocaba hacerlo a medidos de la década de los años noventa; intuyó el futuro que se abría tras el sector de las energías renovables cuando éste daba los primeros pasos en los años finales del siglo XX; comprendió que la internacionalización era una dimensión obligada para captar mercado y ponerse al abrigo de la caída de la demanda en España; y siempre tuvo presente que una empresa industrial debe destinar recursos a la formación de la mano de obra, así como al desarrollo de tecnología propia.
Un capitán de empresa con todas las facetas de la industria alojadas en su cabeza. Un capitán de empresa que tiene compromiso con el territorio. Esa es la diferencia entre un ejecutivo apátrida y un capitán de empresa. Uno va detrás del dinero, no le importa la naturaleza del negocio ni la geografía que lo rodea, mientras que el otro ama su trabajo, se dedica al sector por el que se sintió atraído desde joven, y produce riqueza para su tierra.
En una época en que priman las actividades volátiles y la búsqueda de plusvalías, como si toda la economía se hubiese convertido en un inmenso parquet de bolsa, Sabino García Vallina nos muestra el valor de la empresa productiva, asociada al diseño y construcción de equipamientos industriales. Mientras otros se limitan a comprar y vender, Sabino García Vallina se ha dedicado a dirigir el crecimiento de TSK, a robustecerlo, al frente de un gran equipo de trabajo.
Su esfuerzo durante tres décadas vale más que todos los planes de trabajo que se ponen en marcha desde las administraciones. Es hora de que en Asturias cambiemos de mentalidad.
Las empresas son un bien colectivo. Los escolares visitan los museos, las ruinas romanas, los monumentos prerrománicos, conocen los puertos, tienen acceso a los bienes de la cultura específicamente asturiana (hórreos, paneras, gaitas, bailes) etcétera.
Es hora de que también les enseñemos la importancia de las empresas. Es hora de que los niños conozcan los nombres de nuestras principales empresas. Que sepan cómo nacieron, qué hacen, para qué sirven. Las empresas sanas, comprometidas con su territorio, tienen nombre, sentimientos, presencia, y su historia se confunde con la del lugar donde están enclavadas. Los niños, los jóvenes, deben aprender a sentirlas como algo propio, de tal forma que la pérdida de cualquier de ellas es una desgracia para toda la sociedad.
Debemos de sentirnos orgullosos de nuestras empresas, como parte consustancial de Gijón y Asturias. Admiro esa forma que tienen de presentarse las personas, en algunos países del lejano Oriente, cuando dicen su nombre y apellidos, y a continuación, el nombre de la empresa donde trabajan.
TSK es gijonesa. Estamos orgullosos de su trayectoria. TSK es pasado y presente de la ciudad. Y lo más importante: es garantía del futuro de Gijón.
Hace falta que en nuestras aulas, en nuestra magnífica Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón, se formen jóvenes inquietos, deseosos por descubrir los fundamentos y las aplicaciones tecnológicas, con la cabeza siempre ocupada en proyectos, capaces de fundar empresas para llevarlos a cabo.
Esas futuras empresas, como TSK, serán las que traerán progreso para Gijón y a Asturias, y serán la única garantía de empleo y prosperidad.
Gracias, Sabino por tu ejemplo y trayectoria. Por tu honradez, discreción y humildad. Por ser un capitán de empresa que disfruta haciendo lo que sabe y aumentando la riqueza de Asturias. Por el ejemplo que das a todos los que vienen detrás.
Sólo me queda pedir larga vida para Sabino, larga vida para TSK.