Han sido muchas las veces que he insistido en la importancia del verbo cuidar, en lo importante de, en un mundo cada vez más individualista, fomentar espacios de cohesión, herramientas que sirvan para unir; para cuidarnos.
Conozco pocas más efectivas que la radio.
La radio nos acompaña, nos entretiene, nos divierte y nos hace pensar.
La radio es un hogar de mucha gente, una casa dentro de muchas casas.
Para Gijón, hablar de radio es hablar de Cadena SER, es hablar de una ciudad siempre pionera, de aquella Radio Gijón y de aquel último piso de la calle Pi y Margall, ahora Los Moros, donde se sentaron las bases de una radio nuestra, 100% gijonesa y exquisita.
En Gijón, hablar de la radio es hablar de la visión de Ramón Mario Fernández, de esas primeras voces de Enrique Granados, Casimiro Álvarez, Fernando Losada padre, Francisco Pañeda, Susana Merediz y tantos otros.
Desde el nacimiento de aquella emisora local, la ciudad vio en la radio una herramienta de cohesión, un lugar de encuentro. Y Gijón, que entiende la oportunidad como pocas ciudades, nunca más se alejó de aquellas ondas.
Por esto que digo, por la importancia del contexto, es inevitable estar hoy aquí y no acordarse de Radio Minuto. Los profesionales que allí se sucedieron forman parte de la historia de la radio, pero también de la época más reciente de esta emisora que hoy celebramos. Son muchos los momentos de nuestra vida que recordamos con voces que no son la nuestra. Voces que pertenecen a Javier Asenjo, a los hermanos Poncela, Falo Cuesta, Rafael Quirós, Guillermina Caso o Nacho Braña.
Hoy esas voces son las de Sergio Díaz, Paloma Llanos, Manfredo Álvarez, Begoña Natal, o David González. Las voces van cambiando y sucediéndose pero el mensaje y su efecto no ha perdido un ápice de cercanía.
Quienes trabajan en la radio, quienes trabajaron y trabajan en la SER, son personas que forman parte de nuestra vida de una forma singular, discreta y a la vez indispensable.
Como gijonesa y oyente, no puedo sino tener un respeto mayúsculo por una emisora que siempre ha representado un faro de buen periodismo, un espacio para la identidad y la diversidad; una marca comprometida hasta la médula con el territorio.
No en vano, puedo decir que cuando Gijón lo necesitó, la cadena SER siempre estuvo.
Dice Leila Guerriero, colaboradora de esta casa, que es posible que la radio cambie, que los programas cambien, que los soportes cambien. Es posible que el periodismo desista de ser lo que alguna vez fue. Es posible, en definitiva, que la radio se transforme hasta un punto tal que ya no sea la misma radio que conocimos. Pero la pregunta no es si la radio va a cambiar. La pregunta es si vamos a dejar que eso nos cambie a nosotros.
Eso que elijamos, será, al final de todo, lo que termine siendo.
A lo largo de los últimos cien años, la Cadena SER, la SER para todos, ha sabido ser muchas radios distintas y a la vez una sola; ha sabido crecer sin perder la cercanía, abrir camino sin dejar atrás la emoción; ese afán por cuidarse y cuidarnos.
A lo largo de los últimos años, la Cadena SER ha sabido, en definitiva, hacernos mejores.
Cuiden la radio que cuida.
Cuiden a la SER.
Felicidades a todos, del primero al último, por estos 100 años de buena radio.