Quienes me conocen, saben la ilusión que me hizo inaugurar la exposición ‘Personajes de Gijón’.
No es ningún secreto la admiración que, como gijonesa, como lectora de ‘La Nueva España de Gijón’, siento por el trabajo de Mortiner, por esa habilidad tan suya para simplificar lo complejo de una forma tan exquisita como universal.
Sus dibujos, algunos de los cuáles conforman esta gran exposición, son de un idioma único, un idioma al que nadie es ajeno. Un lenguaje, el de ‘La Mirada Zítrica’, que es, de una forma gráfica y amable, un vehículo de información sin límites. Si el periodismo es un oficio necesario para la libertad, las viñetas componen un ejercicio brillante de libertad de expresión. Y es en esa libertad donde Mortiner ha sabido hacer arte.
Decía Forges que el humor es la forma de fijar la atención. En mi caso, reconozco que cuando cada mañana abro la edición de ‘La Nueva España’, lo primero que hago es buscar la ‘Mirada Zítrica’. Lo hago porque creo firmemente que una buena dosis de la realidad reside ahí.
De hecho, no me avergüenza reconocer que, en ocasiones, esas viñetas han alcanzado tal nivel de exactitud y precisión que he llegado a pensar que existe aunque sea una rendija en el Ayuntamiento desde la que Mortiner lo vigila todo. Ni existe la rendija ni existe tal vigilancia. Lo único que existe es una forma única de pulsar la calle.
Ocurre con todas aquellas personas que llevan su disciplina al nivel más alto que aquello que hacen termina pareciendo fácil. No deberíamos llevarnos a engaño; no lo es. Lo que Mortiner, lo que Suso Pérez Loza, consigue cada día es un ejercicio de una dificultad absoluta, un equilibrismo constante sobre un alambre que siempre sortea con éxito.
Mortiner ha demostrado a lo largo de los años una capacidad innata para entender la realidad y subrayar de una forma singularmente llana aquello que de verdad importa. Lo ha hecho desde una objetividad que le protege y desde un respeto absoluto. Prueba de ello es la demanda social conocida para ser caricaturizado y formar parte de una colección de dibujos que explican buena parte del Gijón de los últimos 20 años.
Nombraba antes a un genio del humor gráfico como Forges. Desde la perspectiva que siempre he defendido respecto a la relevancia y valor de lo local, creo, honestamente, que Mortiner se encuentra en ese reducido grupo de genios que Forges abandera. Lo hace por méritos propios, por una capacidad que linda con el don de reflejar, allí donde todos miran, aquello que ninguno es capaz de ver.
Animo a todos los gijoneses a visitar una exposición que supone, en realidad, un reflejo de lo que somos, una dosis de realidad tan necesaria como eficaz.
Felicidades al autor y felicidades a ‘La Nueva España de Gijón’ por la iniciativa.