El Club La Nueva España de Gijón me trasladó la invitación para abrir las charlas del 2016.

Para abordar la elaboración de la charla, decidí partir de la realidad de mi cargo como alcaldesa, un cargo representativo pero eminentemente ejecutivo, con un gran contenido práctico, de hacer cosas concretas, de gestionar el día a día. Decidí por ello partir de esa realidad para llegar a una serie de consideraciones aplicables a la política gijonesa, a la política regional y también a la política nacional.

Son distintas consideraciones que conducen al mismo lugar, la importancia que tienen las personas en la política, por encima de siglas, programas e ideologías.

Os dejo un resumen de mi conferencia de esta tarde:

MI LLEGADA AL AYUNTAMIENTO

Casi pasé del quirófano a la Alcaldía, sin tiempo para asimilarlo, y una vez en el Ayuntamiento empecé a ver con ojos nuevos el funcionamiento de la maquinaria municipal, las intervenciones de los grupos municipales. Inicié un doble proceso que consistió en asimilar todo lo que veía y, a la vez, en asombrarme, al ir de sorpresa en sorpresa, al considerar extraño o, incluso, extravagante, muchas de las cosas que sucedían ante mí.

Al menos esas eran mis sensaciones, el efecto que me producía observar con ojos de persona inexperta lo que hacían los expertos que me rodeaban; la forma que tenían de encarar los problemas y, también, la lenta y tortuosa maquinaria administrativa que para cruzar una calle escoge siempre dar un rodeo a la manzana.

De estas cosas hablé esta tarde: de lo que hay y de lo que sobra, en mi opinión, en la política municipal, autonómica y nacional.

EN LA ESFERA MUNICIPAL

Cuando llegué el Ayuntamiento decían de nosotros que éramos la “derecha más dura”. Miraba para los concejales de Foro, o para mí misma, y no advertía esa sobrecarga ideológica, propia de individuos extremistas. En el día a día tenía que tomar decisiones sobre los festejos, los transportes municipales, el urbanismo, los equipamientos escolares, las viviendas degradadas o las ayudas sociales. ¿Cómo se establecía el límite entre la derecha y la izquierda en esas cuestiones?

¿Hace más cosas la izquierda que la derecha por erradicar las diferencias? ¿El gasto social es una seña de identidad de la izquierda?

Las cifras no lo confirman. En Asturias, ningún ayuntamiento hizo un esfuerzo tan grande como el de Gijón en favor de las personas y familias sin recursos. La división entre derecha e izquierda es completamente artificial. Es imposible mantenerla cuando se analizan los datos.

Que las diferencias entre derecha e izquierda sean ficticias no quiere decir que la división no produzca efectos. Al contrario, si algo condiciona la práctica política son las etiquetas ideológicas.

Cada fuerza política se cuida muy mucho de dar apoyo a otra de distinta naturaleza por miedo a traicionar a sus principios y por temor a defraudar a su electorado.

Nada más llegar al Ayuntamiento empecé a recibir ataques por haber cometido el crimen de cortar con la tradición del socialismo en la ciudad, tras 32 años de años de tenencia de la Alcaldía en sus manos.

Es lamentable que las críticas se basen en prejuicios, pero no está en manos de ningún gobierno acabar con esa práctica. Puedo decir que todos los furibundos ataques recibidos fueron por prejuicios o por intereses. Nunca por las bondades o carencias de nuestros proyectos o ideas. La política es así, señoras y señores. Así de injusta y de mezquina.

LA INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD DESDE VISIONES IDEOLÓGICAS ASFIXIA LA ACCIÓN POLÍTICA

Las etiquetas ideológicas no solo impiden analizar la realidad con objetividad sino que trasladan la división de los partidos a la sociedad. Los ciudadanos, a fuerza de estar sometidos al patrón, derecha-izquierda, terminan por asumirlo y votan en función de esas etiquetas. Lo primero que quiere conocer una persona de un partido o de un político concreto es su ideología, en vez de fijarse en lo que propone sobre impuestos o sanidad.

LOS DIRIGENTES POLÍTICOS

Es verdaderamente lamentable que gente sin profesión, sin currículo laboral, sin haber asumido responsabilidades en ninguna área se ponga al frente de una ciudad o de una comunidad autónoma. Se supone que los partidos ponen a la cabeza de las candidaturas a gente competente y preparada, pero no es verdad. El verdadero mérito consiste en tener muchos trienios de antigüedad en el manejo del aparato del partido. Con ese limitado bagaje se gobierna muchas veces ayuntamientos o regiones.

LA ESFERA AUTONÓMICA

No quiero dejar de hablar de sectarismo sin añadir que el sectarismo más dañino se produce cuando el partido que gobierna infecta a la administración. La administración nos representa a todos. Se financia con los impuestos de los ciudadanos y ofrece servicios públicos para la población, sin excepciones.

Utilizar el poder de la administración contra una parte del territorio o contra un sector de la población es incalificable. No me voy a recrear en ello. Podía aportar todo tipo de datos, pero no lo juzgo procedente. Simplemente digo, con todo el dolor del alma, que el trato que da el Principado a Gijón, desde el año 2011, es el mayor ejemplo de sectarismo que pueda alguien imaginar.

La marginación en inversiones o en planes de empleo es clamorosa. No es sólo la marginación, sino la actividad contraria hacia la ciudad, poniendo obstáculos y vetos para impedir o paralizar las iniciativas municipales. Es la mayor decepción que he sufrido desde que estoy en el Ayuntamiento. Nunca imaginé que el Gobierno de Asturias, mi gobierno, el gobierno de los gijoneses, nos deparara un trato tan injusto, tan sectario.

EN LA ESFERA NACIONAL

Me asombra la facilidad con las que nos dicen que vamos a tener que volver a votar dentro de dos o tres meses. Los políticos que no sepan pactar lo mejor que podían hacer era irse para su casa.

Meses de gran efervescencia política habían despertado ilusión en la gente. La llegada de partidos nuevos favorecía un clima de optimismo, de gran expectación sobre lo que depararían los votos. De las urnas salió un Parlamento más plural. Nadie se debería sorprender por ello, las encuestas ya lo habían anticipado.

Sin embargo, en apenas unos días cambió el panorama nacional. Donde había risas, ahora hay caras serias; donde se respiraba alegría, ahora asoma el pesimismo. La causa de un cambio tan radical se debe a que los principales líderes españoles no se ponen de acuerdo para formar gobierno. Se consideran incompatibles, porque unos son de izquierdas y otros de derechas. A cada día que pasa se habla con más fuerza de elecciones anticipadas.

Yo pregunto ¿Se puede tolerar que partidos que representan a la gran mayoría de los ciudadanos no sean capaces de llegar a un acuerdo de mínimos? ¿Existe en la sociedad esa división irreconciliable entre derecha e izquierda o es una disculpa de los líderes para defender sus intereses personales? ¿Cómo les pueden pedir responsabilidad a las personas sencillas y humildes si los grandes mandatarios actúan con egoísmo? ¿Es admisible que se prolongue la incertidumbre durante largos meses porque los encargados de resolver los problemas nacionales renuncian a cumplir con su deber?

Si la imagen de los políticos estaba muy deteriorada, con unas elecciones anticipadas el descrédito alcanzará cotas desconocidas.

No hay incompatibilidad de programas; las propuestas de la llamada derecha y la llamada izquierda se pueden armonizar. En otros países europeos lo hacen con naturalidad. Con renuncias mutuas se logra. Las mismas renuncias que aceptan cuando llegan a los gobiernos en solitario y el conocimiento detallado de la realidad les impiden aplicar muchos puntos que estaban en los programas con los que ganaron las elecciones.

Oímos decir con frecuencia que vivimos en una época en que faltan líderes. Creo más bien que nos equivocamos con demasiada frecuencia en la selección de personas.